miércoles

Gravedad

La respuesta de cualquier organismo vivo a la gravedad es de una importancia fundamental. Hasta el más insignificante organismo responde a la gravedad, aunque lo peor es que haga de esta respuesta una función rutinaria, cuyo mayor problema reside en tender siempre a responder igual. En la vida necesitamos aire para respirar y comida para alimentarnos, pero si no le damos una respuesta adecuada a la gravedad, no continuaremos vivos por mucho tiempo.

En las condiciones habituales de nuestra vida cotidiana, todos tendemos al desequilibrio. Nos descoordinamos y desarrollamos hábitos de contracción muscular por diversas y abundantes razones, que no son únicamente mecánicas, sino también emocionales. Estas reacciones las manifestamos de una manera u otra a través de la tensión muscular. Cuando los músculos se contraen en su nivel habitual, no es tan fácil como parece, ni por supuesto instantáneo, volver a estirarlos y a liberarlos, hasta recuperar su forma inicial.

El principal problema que se presenta es si somos capaces de percibir la interferencia kinestésica. Recordarán ustedes que sobre este tema tratamos ayer cuando leíamos La herencia suprema del hombre, donde Alexander situaba a la perversa kinestesia, como él la denominaba, en la cabeza de la lista.

Lo que quiso realmente decir fue que tendremos que dedicar un gran esfuerzo y mucho tiempo hasta percibir la interferencia kinestésica. Muy pocas veces nos damos cuenta de lo que nos estamos haciendo a nosotros mismos. No nos enteramos de la tensión que generamos, porque no la podemos registrar en un contador. Desde el momento en que somos capaces de soportar el dolor y la incomodidad, dejamos de medirla. Intentamos ignorarla, que es una de las mejores maneras de desordenar definitivamente los registros kinestésicos.

Tuve un pequeño ejemplo de ello el fin de semana, mientras estaba dando una clase a un alumno veterano y llegó su novia, que desconocía totalmente la técnica, quedándose a mirar cómo trabajábamos. Intenté explicarle por encima lo que hacía y cuando acabé le dije, “Bueno, me gustaría mucho enseñarte a ti también, déjame ver como estás”. Ella dijo, dudando bastante, que sí. Estaba allí, mirando por la ventana y observando constantemente algo que ya había visto. Se relajó y pude corregir su equilibrio y enderezarla un poco. Entonces dijo, “Qué gracia, esto es increíble, me has quitado toda la tensión de la espalda”. Yo le contesté, “Sí, esperaba que ocurriera, aunque la forma en que estabas sentada hace un rato era lo que provocaba la tensión de tu espalda. Si le haces eso normalmente, solo generarás tensión”.

Este es el mensaje sobre la kinestesia. Ella había estado allí sentada, mirándome, escuchando... pero no se había dado cuenta de nada. No había registrado kinestésicamente lo que se hacía a sí misma, sino que lo había ignorado totalmente, sin dejar que penetrara en su conciencia. Pero en cuanto permitió que pusiera mi mano sobre ella, instantáneamente comenzó a sentir lo que le pasaba y a darse cuenta perfectamente de que cuando se enderezaba y equilibraba, conseguía relajarse. Por eso la percepción kinestésica es absolutamente esencial, ya que si podemos sentir lo que nos pasa, tendremos una posibilidad de detenerlo si nos perjudica. Pero si no lo sentimos, no tendremos ni la más remota posibilidad de hacerlo. Deteniendo las interferencias, deteniendo los malos hábitos, se facilita la respuesta anti-gravitacional, al pensar en positivo y al alcanzar por nosotros mismos la correspondiente actitud equilibrada. Casi todo el mundo sigue manteniendo la vaga idea de que para levantarse hay que hacer algo. Tenemos que dar órdenes, decir, “Cuello liberado, cabeza adelante y arriba”, pero mantenemos la idea de que tenemos que hacer algo. Claro que este hacer algo supone una contracción muscular totalmente contraproducente. Pues no, no hay que hacer nada, solo observar que en realidad, algo está pasando. La respuesta anti-gravitatoria es realmente lo que está pasando. Está ahí y ocurre. Es lo que es, no es un hacer sino un suceso que ocurre gran parte gracias a nuestros deseos, pensamientos y observaciones, sobre todo por nuestra observación kinestésica.

A través de nuestra kinestesia sentimos tensión, rigidez o que las cosas no van bien y sobre esta base hacemos intentos de cortarla y de evitarla hasta que los cambios se producen. Claro que si esto ocurre, significa que se ha producido una combinación de efectos en el organismo. Se ha estimulado la respiración, ya que nada más conseguir la respuesta anti-gravedad, cuando se ha tenido esa experiencia, sentimos una relajación que permite liberar la respiración. De la misma manera, aunque no la sintamos, como no estamos oprimiendo las arterias ni las venas, facilitamos la circulación. Hemos ensanchado y abierto el tórax, liberando así la respiración y dándole al corazón más espacio para funcionar. También hemos disminuido la presión del aparato digestivo. Todo esto fácilmente demuestra que estamos facilitando, ayudando y estimulando un mejor funcionamiento general.
Tengamos en cuenta que si usamos la expresión “funcionamiento general” no debemos esperar que mucha gente entienda a lo que nos referimos, ya que este concepto no existe en la ciencia médica. No es algo que ellos puedan asimilar. El funcionamiento del corazón, así como el de este o el de otro sistema o miembro, sí se asimila fácilmente y de forma detallada. Pero si hacemos mención al funcionamiento general, la respuesta más genérica que obtendremos es que es la suma de todos los miembros y órganos que componen el organismo, uno a uno. Tomemos por separado cada uno y realicemos la unión del conjunto: este es el funcionamiento general. Pero claro, en realidad no es así. El todo es más que la suma de las partes debido a la acción integrada de la respuesta anti-gravedad a la que nos estamos refiriendo. Si no obtenemos una respuesta satisfactoria a la gravedad, inevitablemente, todos los aspectos desagregados del funcionamiento sufrirán en mayor o menor medida. Con muchas individualidades distintas, probablemente sería diferente, pero usted ya sabe que si consigue mejorar la respuesta anti-gravedad, tendrá la completa seguridad de que todos mejorarán.
Walter Carrington, profesor de técnica alexander, (mayo1915- agosto2006)